Los supuestos maltratadores «se ensañan» con los perros y «asaltan» casas para robarlos. «En el pueblo no queda un sólo gato vivo», comentan.
08 septiembre 2014
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Desde que llegaron a Marinaleda hace
siete años por circunstancias familiares, Manuel y Elena siempre se han
sentido en el punto de mira por su dedicación a cuidar animales
rescatados de la calle. Pero en los últimos meses la situación se ha
descontrolado por la presencia de «una banda de, entre cuatro y
seis, menores de edad [entre 15 y 17 años] que se dedican a maltratar y
matar perros, sean callejeros o tengan dueño», explican con el
corazón en vilo. Han sido varios los vecinos, de distintos perfiles, que
han recibido la visita de este grupo de adolescentes. Como consecuencia
de ello, en el Cuartel de la Guardia Civil de la vecina localidad de
Herrera –Marinaleda, municipio de la Sierra Sur sevillana, no cuenta con
presencia de ningún cuerpo público de seguridad dependiente del
Ayuntamiento– hay constancia de dos denuncias y varios avisos atendidos,
con cerca de 30 animales muertos por ahorcamiento, envenenamiento o quemados. El Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) también se encuentra al tanto de los hechos.
«Se aprovechan de que son menores para cometer sus actos»,
cuenta Elena aterrorizada tras enterrar este fin de semana a una de sus
perras, intoxicada, y tener que hacer lo propio la pasada semana con
Negrito, un pequeño mestizo que encontró ahorcado en su hogar. «Lo hacen
por hacer daño». Y su parcela, donde viven recogidos de la calle una
veintena de perros, parece ser el blanco perfecto, según reconoce la
propia Guardia Civil, que ya se ha desplazado hasta en dos ocasiones a
este lugar. Los agentes reclaman pruebas para poder identificar a los maltratadores, aunque en buena parte del pueblo se da por cierto quienes son y dónde viven
En otro extremo de la localidad, Javier C. ha visto como desaparecían tres de sus perros de caza. «Por
esta zona siempre se han visto galgos ahorcados; pero esto es nuevo,
los roban para torturarlos y matarlos; pero aquí la gente tiene mucho
miedo de denunciar porque es un pueblo muy pequeño…», argumenta
exigiendo la máxima discreción. La misma que tuvo Alberto, que pudo recuperar a su perro reclamándoselo directamente a su ladrón:
«Me planté en la puerta de su casa y amenacé con ir a la Guardia Civil,
al final me lo dieron, y ya no quise denunciar, lo último que quiero
son problemas», reconoce.
El hurto es otra de las dedicaciones de la banda.
De la parcela de Elena se han llevado hierros y una batería de tractor.
Pero lo único que le preocupan son sus animales. «De este pueblo han
desaparecido los gatos, antes de emprenderla con los perros, soltaban a
perros de presa para que los cazasen; no quedó ni uno sólo», dice sin
perder de vista la valla que delimita su terreno. Ella y su pareja duermen allí, en el interior de un coche, para poder proteger a la manada.
«No tenemos dinero, somos personas muy humildes y no está en nuestra
mano contratar vigilancia, esto es lo más que podemos hacer», lamentan.
El caso ya ha llegado a oídos de diferentes protectoras de animales de Sevilla;
que estudian la posibilidad de ayudar a los vecinos afectados. Pero la
solución no es sencilla. «Cuando la Guardia Civil acude el delito ya se
ha cometido… además, son menores que provienen de familias
desestructuradas», opina otro marinaleño que ha optado por no permitir
que su perro salga más solo a la calle. «Marinaleda es un pueblo inseguro, con un alcalde ausente y donde los animales no cuentan», acusa Elena mientras cinco de sus menudos perros la protegen con inofensivos ladridos.